Estamos en tiempo constitucional. En unos
días se celebra el día de la Constitución, que ha cumplido 38 años
y ya es momento de reformas. Los partidos políticos quieren pero
no se atreven; se atreven pero con limitaciones, lo ven oportuno
pero en otro momento. Algo así como «Mira, pero no toques. Toca,
pero no pruebes. Prueba, pero no saborees» en el Abogado de
diablo. La polémica abierta, no es tanto si es necesaria la
reforma, sino que Iglesias y Errejón no asistirán al homenaje del
Día de la Constitución. Respetar y «Trabajar
por la Constitución es hacerlo para ensancharla y actualizarla»,
justifica Iñigo Errejón. Y el respeto a la Constitución pasa por
respetar al pueblo que no se hace,
Alfredo Pérez Rubalcaba, el ex ministro
García-Margallo y el padre de la Constitución Miquel Roca, se han
mostrado de acuerdo en la necesidad de abordar una reforma de la
Constitución.
Coincidiendo en que no debe cambiarse para complacer a los
secesionistas, pero limaría los
problemas. La reforma sería una herramienta esencial para abordar
los grandes problemas y miedos que suscita la globalización. Para
Roca, la necesidad viene impuesta por el hecho de incorporar
nuevas sensibilidades y dar solución a problemas, acotando los
cambios para evitar un proceso interminable. El espíritu
federalista debería estar en el centro de los cambios pero no para
establecer desigualdades o privilegios, sino para «reconocer
singularidades».
Yo estoy por la reforma de la Constitución y
por abrir la oportunidad de que la ciudadanía pueda elegir, en
referéndum, algo que no se pudo hacerlo en su momento, Fuimos
manipulados, su subvirtió la voluntad del pueblo que salía de las
catacumbas de la dictadura franquista. Siguiendo los pasos de la
Constitución del 78, sólo se puede convocar después de que 2/3 de
las dos Cámaras lo aprueben dos veces; tras la primera aprobación,
las Cortes se disuelven y las nuevas necesitan la misma proporción
de votos para aprobar la reforma (Título
X de la reforma constitucional). El
procedimiento es largo y complejo a propósito, para proteger a la
Carta Magna.
Ya conocemos por Adolfo Suárez, por qué no
hubo referéndum sobre monarquía o república: «Hacíamos
encuestas y perdíamos» y metimos
al «rey» en la Ley para la Reforma Política de 1976 y así quedó
blindado. Y Juan Carlos de Borbón, de ser llamado «el breve» a
reinar durante cuarenta años sin referéndum. «Ningún gobierno
desde 1939 se ha atrevido a consultar al pueblo español si quiere
monarquía o república, por algo será»,
declara Joan Garcés. Nadie sabe lo que
habría ocurrido con un referéndum sobre monarquía o república tras
la muerte de Franco, pero lo cierto es que «La monarquía actual
tiene un origen ilegítimo». Muchos partidos se presentaron a los
elecciones 1977 como republicanos, pero sus dirigentes estaban
secretamente comprometidos a aceptar la monarquía del movimiento.
Algunos apuntes constitucionales en nuestra
historia. Tras la proclamación de la República el 14 de abril,
era necesario aprobar una nueva ley de leyes republicana y
democrática, que identificara al nuevo
régimen, surgido de las urnas y por la voluntad popular. El 28 de
junio de 1931 se celebraron elecciones generales a Cortes
Constituyentes. El Gobierno el Gobierno condujo a la República
hasta la proclamación de la Constitución el 9 de diciembre, que
fue la más avanzada de su tiempo.
Como
Presidente fue elegido Alcalá Zamora como jefe de estado y Manuel
Azaña como presidente del consejo de ministros. La Constitución
diseñaba una República social, democrática y reformista.
Considerada como una de las más avanzadas del momento. En su
artículo 1, declara que «España es una República democrática de
trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de libertad
y justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo. La
República constituye un Estado integral, compatible con la
autonomía de las regiones y de los municipios».
Declaraba la Constitución que todos los españoles son iguales ante
la ley; el estado español no tiene religión oficial, y estará
integrado por Municipios mancomunados en provincias y por las
regiones que se constituyan en régimen de autonomía. Se reconoce
el castellano como idioma oficial de la República, «que todo
español tiene obligación de saberlo y derecho de usarlo, sin
perjuicio de los derechos que las leyes del Estado reconozcan a
las lenguas de las provincias o regiones». En aquellos momentos de
entre guerras de primeros del siglo XX, «España renuncia a la
guerra como instrumento de política nacional».
Una de
las novedades que le confieren su rasgo más democrático, en la
época, fue el reconocimiento del sufragio universal, incluyendo a
las mujeres; y el derecho de voto a todos los ciudadanos de más de
23 años. Estos preceptos supusieron una auténtica revolución: ¡las
mujeres podían votar! Se avanzaba hacia el auténtico sufragio
universal.
La
Constitución reconocía la libertad religiosa, de expresión,
reunión, asociación y petición; el derecho de libre residencia, de
circulación y elección de profesión; inviolabilidad del domicilio
y correspondencia; igualdad ante la justicia; protección a la
familia, derecho al divorcio, al trabajo, a la cultura y la
enseñanza. Se suprimía los privilegios de clase social y de
riqueza; y se abría la posibilidad de socialización de la
propiedad y de los principales servicios públicos.
Blasco
Ibáñez, en su novela publicada en 1893 ¡Viva la República! decía
refiriéndose a la Primera: «Soy republicano, aunque humilde e
ignorante, y pertenezco a esa clase de locos que anuncian utopías
que al día siguiente son realidades. Sois topos que protestáis
ante el menor rayo de luz, y por eso sentís un furor sin límites
ante la República, esa sublime locura que acaba con los
privilegios, que considerando a todos los hombres iguales, les
hace abrazarse como hermanos, y que reconociendo su libertad, les
da derecho a gobernarse por sí mismos». También vale para la
Tercera.
La
Constitución rompía con la tradición bicameral y eliminó el
Senado. El Congreso salió reforzado con la facultad de destituir
al Jefe del Estado (con mandato de siete años). La República se
declaraba laica, garantizaba la libertad de culto, prohibiendo a
las órdenes religiosas ejercer la enseñanza y desvinculaba al
Estado de la financiación de la iglesia. Esto significó una
ruptura radical y un foco de tensión. Más tarde se lo cobraron
bien y ochenta años contra la República.
Si el
Gobierno y algún que otro partido mayoritario, siguen haciendo las
cosas como las hacen, la democracia, paso a paso, va quedando
deslegitimada y la Constitución actual sin contenido, por lo que
la Tercera República caerá (llegará) como fruta madura; laica,
democrática, popular y federalista, como modelo de Estado; y la
libertad, la igualdad, solidaridad y la justicia social como
formulas de convivencia.