Mucho se
ha escrito sobre la Transición; también sobre las elecciones del 15
de Junio de 1977 y el referéndum de 1976, con el que comienza todo
tras la muerte del dictador. Se dice de la Transición que fue el
proceso que llevó a España desde la dictadura a la democracia, con
ella quedaba atrás un régimen sin derechos y represión de las
libertades. Comenzaba un modelo de Estado social y Democrático de
Derecho, con el mercado como expresión de lo económico. Pero ni todo
fue como nos decían que era ni mucho menos como ahora algunos
pretenden que fuera. Después de cuarenta y cinco años, es necesario
avanzar hacia otro modelo, abriendo un Proceso Constituyente.
Con la
llamada Transición se pasaba de la dictadura del general Franco −que
duró treinta y seis años−, a la monarquía de Juan Carlos, capitán
general de los ejércitos, que sigue vigente. Desde el derrocamiento
de la República, los españoles no hemos dejado de estar gobernados
por militares. Demos tiempo al tiempo, pero mucho me temo que todo
seguirá siendo igual si no se abre un Proceso Constituyente, que
legitime un nuevo modelo de Estado para la convivencia del futuro;
libre de ataduras y controlado por la ciudadanía crítica,
responsable y participativa.
Fui
testigo, y de alguna forma protagonista (fui candidato a diputado en
las primeras elecciones) de la Transición que comenzaba. No puedo
arrepentirme de lo que hice convencido, pero visto en perspectiva
histórica y con lo visto y aprendido, soy crítico con los resultados
de todo aquello. En su forma fue un pacto desde el franquismo hacia
la democracia, aunque no todos los que participaron fueran
demócratas. La oposición al régimen no pidió que se dirimieran
responsabilidades por los crímenes cometidos, por los derechos
pisoteados durante la dictadura, ni por el origen del régimen que
terminaba; y no hablamos de la guerra, sino de la represión y
muertes producidas durante la dictadura. Los responsables y autores,
asesinos, siguieron en la calle formando parte del tejido social.
Sobre esos rescoldos se fundó la democracia.
En 1975
murió Franco y supuestamente quedaba atrás un régimen sin derechos,
de represión de las libertades y de persecución de todo cuanto no
fuese fidelidad a lo que llamaban principios del movimiento
nacional, jurados por el entonces príncipe de España Juan Carlos de
Borbón −heredero de Franco a título de rey−. El régimen dictador se
estableció, después de un golpe de Estado contra la democracia, una
guerra y una rígida dictadura que duró hasta 1978; después la
estructura de poder quedó intacta y nunca se produjo una auténtica
ruptura. La llamada oposición democrática que pedía ruptura, se
conformó con la reforma; y quienes querían reforma, retornaron a sus
cavernas. La policía, los jueces y militares, pilares de la
represión, continuaron en sus puestos. Viendo aquellos
acontecimientos, lejanos ya en la memoria, llego a pensar que los
miembros de la oposición al régimen, fueron tan solo invitados en el
proceso; y los propios franquistas, quienes diseñaron el cambio,
para que poco o nada cambiara. Los ciudadanos fuimos espectadores de
una película en blanco y negro sin subtítulos.
En el
proceso hacia la democracia la Agencia Central de Inteligencia, la
CIA, estuvo cerca. Podríamos afirmar que la Transición se diseñó en
un despacho desde Langley, dice Alfredo Grimaldos en su libro Claves
de la Transición 1973-1986 para adultos. El franquismo no es una
dictadura que finaliza con el dictador, sino una estructura de poder
específica que integra a la nueva monarquía. Fueron los propios
franquistas quienes diseñan el cambio, repartiéndose los papeles en
la obra que ellos mismos dirigen. Hoy conocemos que Juan Carlos, se
hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran apuesta
para controlar España.
Las elecciones generales del 15J, fueron
democráticas en cuanto que se desarrollaron en un nuevo clima, tras
el referéndum del 15 de diciembre de 1976, en el que se preguntaba:
¿Aprueba el Proyecto de Ley para la Reforma Política?.
El 94,17% de los votantes (del 77,8% de los votos contabilizados)
dijo sí. El censo estaba constituido por 22.644.290 de electores. (Votantes:
17.599.562. A favor: 16.573.180. En contra 450.102. En blanco:
523.457. Nulos: 52.823).
La
Transición fue una ley de punto final. No solo impidió juzgar y
castigar a los culpables, autores y defensores de la dictadura y su
represión, sino que hoy sigue impidiendo investigar los casos de los
miles de desaparecidos y enterrados en las cunetas de nuestros
caminos y carreteras. La Transición puso como jefe de Estado a un
rey, que durante veinte años apoyó voluntariamente a Franco que lo
nombró como sucesor; que nunca renegó del juramento a los principios
generales del movimiento, ni denunciado las penas de muerte que su
protector firmó hasta el final de sus días. Fue una reforma sin
ruptura, construida sobre el poder franquista intacto. Hubo un gran
debate en las alturas sobre ruptura o reforma, pero al final,
quienes defendían la ruptura reformaron y los reformistas retornaron
al lugar de donde venían.
Ya conocemos que Adolfo Suárez,
no convocó un referéndum sobre Monarquía o República por miedo a que
perdiera la monarquía, como vaticinaban
los sondeos confidenciales realizados por el Gobierno. "Haciamos
encuestas y perdíamos". Suárez reconoce las presiones
internacionales que recibió para realizar un referéndum sobre la
Corona. La solución torticera que dio Suárez, fue colar la palabra
Rey en la
Ley para la Reforma Política y así
demostró que había sido sometido a referéndum.
Decir que
durante este tiempo nada ha cambiado, sería cuanto menos incierto.
La foto fija de la época, muestra una sociedad empobrecida y triste,
en donde la miseria era lo normal entre la población que no
estuviera cerca del poder. Todo quedó atado y bien atado y hoy
sufrimos las consecuencias de aquel consenso que no puede durar
eternamente. La falta de transparencia, la opacidad, la supuesta
fortuna oculta de la monarquía, las presiones internacionales o
quizás por todo, muestran que el régimen ha muerto, salvo para
quienes viven de él.
El
resultado de las elecciones del 15J fue ilustrativo de lo que
sucedía. Lo que no habían previsto los diseñadores del proceso, lo
corrigió la ley D'hondt. Se presentaron más de ochenta partidos o
agrupaciones electorales. Hubo un 21,17% de abstención y
consiguieron escaño doce candidaturas. Ganó Adolfo Suárez, como
heredero del régimen, con su UCD (6.310.691 votos y 166 escaños),
seguido por el PSOE (5.371.866 y 118 escaños). El PCE, con Santiago
Carrillo, consiguió ser la tercera fuerza política (1.709.890 y 19
diputados), seguido por el AP de Fraga (1.504771 y 16 escaños). Daba
comienzo la etapa democrática y sin anunciarlo unas Cortes
constituyentes.
En 1978
nos metieron el miedo en el cuerpo, con los fantasmas de la
involución, doblegando nuestras ansias de libertad: Si no votas la
Constitución que proponemos, volverán a sacar los tanques a la calle
y darán un golpe de Estado; lo dieron cinco años después. La
mayoría, formándonos como ciudadanos, dejando de ser súbditos,
votamos sí. Se nos coló la monarquía de rondón, que es lo que
pretendían. Hoy, cuando algunos pedimos que se abra un Proceso
Constituyente, tras tantos años de supuesta estabilidad, se nos
reprocha: ¿si no queríais la monarquía, por qué la votasteis en
1978?; la pescadilla manipuladora que pretenden que nos mordamos la
cola.
En mi
memoria la cita solemne del actual rey jefe del Estado: "En una
España unida y diversa cabemos todos". Y no es así. Mientras la
pronunciaba, la policía del régimen, ejercía la represión contra los
derechos fundamentales de libertad de expresión y manifestación y
contra quienes, legítimamente, reclamaban, de forma pacífica, una
Republica. Los republicanos no cabemos ni todos somos iguales. El
primer acto público de los reyes, fue recibir a las asociaciones de
víctimas del terrorismo y ahora lo han repetido en Vitoria,
olvidando a las víctimas del franquismo, que piden justicia,
reparación, reconocimiento, respeto y la consideración de las
instituciones.
El
régimen que trajo la Transición ha fracasado. La Constitución está
obsoleta y no resuelve ninguno de los problemas históricos de
España. La mayoría social está dando la espalda a la clase política
a las instituciones y a la Constitución, porque sus principios y
valores se quedan en meras declaraciones sin contenido; sus
preceptos no se cumplen o se interpretan de forma restrictiva,
limitando derechos fundamentales, eliminando los sociales y
entorpeciendo el ejercicio de las libertades públicas.
Es hora
del establecimiento de un verdadero Estado social y democrático de
Derecho», que propugne como valores superiores de su ordenamiento
jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político (del artículo 1.1 CE). Un nuevo modelo más democrático y
participativo, en el que la igualdad y la justicia social sean sus
principales baluartes. Defiendo el derecho a decidir, por lo que hay
que introducir los mecanismos que permitan realizar consultas sobre
asuntos de especial trascendencia.
La
República es el mejor sistema político. Una República inspirada en
los principios republicanos de igualdad ante la ley, laico, que va
más allá de la separación entre la iglesia y el Estado, y la
elección y movilidad de todos los cargos públicos, incluido el jefe
del Estado, con ciudadanos críticos y responsables, que no se
conformen con ir a votar cada cuatro años, que no vayan a remolque
de lo que se les ofrece, si no que reclamen su papel soberano en una
verdadera democracia participativa.
No
proceden nuevos pactos de Estado, ni consensos sagrados que nos
lleven a otras transiciones, para el mantenimiento de privilegios y
prebendas.. Con aquellos mimbres estamos inmersos en este cesto.
Todo debe pasar por un Proceso Constituyente, que establezca un
nuevo modelo, con la máxima participación social y control
ciudadano. Hay que resetear el Sistema.