Se cumplen
cuarenta y seis años del asesinato de Yolanda González, militante del
Partido Socialista de los Trabajadores, por los disparos de dos
militantes de Fuerza Nueva. Para muchos fue la última víctima del
franquismo, pero no. Franco había muerto cinco años antes, España
tenía una Constitución y pensábamos que en una democracia. Hubo muchos
han sido los asesinatos cometidos por la derecha reaccionaria. Ya he
tratado el tema, pero estos trágicos acontecimientos los debemos
recordar siempre.
El asesinato de Yolanda
fue una prueba más de la connivencia entre determinados sectores de la
Policía y los grupúsculos terroristas de extrema derecha.
"El asesinato me dejó anonadado porque fue un golpe inesperado, nunca
había sucedido algo así desde la Guerra; asustado porque planeaba la
sospecha de que todavía vinieran a por mí; y responsabilizado por si
yo podía haber hecho algo para evitarlo; me costó tiempo convencerme
de que los únicos responsables eran los asesinos y sus instigadores",
escribía Alejandro Arizkun, su novio en el libro Los amigos de
Yolanda.
La
Transición no fue el periodo modélico que muchos pregonan, sino una
etapa conflictiva y trágica, en la que decenas de personas perdieron
la vida intentando asentar las frágiles libertades que comenzábamos a
recuperar frente a quienes defendían la pervivencia de un franquismo
sin Franco, un régimen que murió matando. Yolanda González, una
estudiante bilbaína de 19 años, fue una de esas luchadoras anónimas.
Ni fue la primera ni sería la última víctima de aquel tiempo convulso.
Yolanda se convirtió en el símbolo de una generación de jóvenes
idealistas que se echó a la calle decidida a cambiar el mundo. (Carlos
Fonseca; No te olvides de mí, de Planeta)
La última semana de enero de 1977, ha sido
considerada por los historiadores como la más trágica, violenta y
tensa de la Transición española. El 23 de enero fue asesinado en
Madrid el estudiante granadino de 19 años Arturo Ruiz, durante una
manifestación a favor de la amnistía; reivindicó el crimen la
ultraderechista Triple A (Alianza Apostólica Anticomunista). Su muerte
fue el primen crimen que pasó a la historia en la llamada
semana negra de Madrid, uno de los momentos
más trágicos de la Transición. Al día siguiente murió otra estudiante,
María Luz Nájera, murió en Madrid como consecuencia de un bote de humo
lanzado por la policía durante una carga, mientras protestaba
precisamente por la muerte de Arturo. Y esa misma noche, cinco
abogados laboralistas vinculados al PCE y CCOO fueron
asesinados en su despacho de la calle Atocha
y cuatro heridos graves.
El homicidio de Arturo Ruiz y los crímenes de
Atocha tienen muchos aspectos en común.
Transcurrieron dentro de las mismas 48 horas y los sicarios
pertenecían todos al mundo de la extrema derecha.
De hecho, incluso el juez que asumió el caso de Arturo Ruiz fue el
mismo que instruyó el sumario de los abogados asesinados, el
controvertido Rafael Gómez-Chaparro. Sin embargo, sus finales no
podrían ser más distintos. Mientras que los responsables de la matanza
de Atocha fueron condenados, el asesino de Arturo Ruiz consiguió huir
de la Justicia. "Mi hermano era muy querido, en el pueblo y en el
barrio. Era un líder nato y se hubiera convertido en un magnífico
abogado si no lo hubieran asesinado", asegura Manuel Ruiz.
La noche en que mataron a Yolanda González, los
termómetros, marcaban 6ºC en la Zona Sur de Madrid;
pero no fue el frío, sino tres disparos a quemarropa, dos de ellos en
la cabeza, los que helaron su vida para siempre en un descampado a la
altura de Alcorcón, tras haber sido secuestrada.
Era afiliada desde los 16 años a las Juventudes Socialistas de España
en la corriente Izquierda Socialista y evolucionó hacia el trostkismo.
En plena Transición, su ideología le supuso su tumba. Los autores del
crimen, pertenecientes a la ultraderechista Fuerza Nueva, contaron con
el contubernio policial, como así quedó acreditado en el juicio.
Hubo muchos
más casos. El 8 de julio de 1978, durante las Fiestas de San Fermín,
medio centenar de personas descendieron a la arena de la plaza de
toros de Pamplona, en la que se congregaban cerca de 20.000
espectadores. Los activistas desplegaron una pancarta con el lema "Amnistia
Total. Presoak Kalera. San Fermín Sin Presos". Tras algunos incidentes
en la grada, efectivos de la policía armada irrumpieron y cargaron con
porras, botes de humo y pelotas de goma e hizo uso de sus armas
disparando fuego real. La tensión se extendió por la ciudad y se
levantaron barricadas. El balance de la jornada represiva fue de 11
heridos de bala y un muerto.
Para la familia de Arturo Ruiz, la vía judicial
se cerró en el año 2000, cuando la Audiencia Nacional certificó la
prescripción del caso. En 2016, se sumaron a una
querella colectiva presentada ante la Justicia argentina contra el
exministro de Interior de entonces, Rodolfo Martín Villa,
imputado por la muerte de 12 personas por disparos de las fuerzas de
seguridad y pistoleros de ultraderecha. Hay que tener en cuenta que el
asesinato de Arturo Ruiz está considerado como
delito de lesa humanidad, del
que no cabe prescripción alguna. Durante décadas, la justicia y los
gobiernos de España han ignorado el caso.
La jueza argentina María Romilda Servini libró
una
orden de busca y captura internacional por
los
crímenes de lesa humanidad cometidos en Vitoria en 1976,
contra los exministros franquistas y también del gobierno de Adolfo
Suárez, José Utrera Molina y Rodolfo Martín Villa. Estos crímenes se
produjeron cuando la Policía desalojó la iglesia de San Francisco de
Asís, en la que se encontraban reunidos miles de trabajadores en
huelga. La policía abrió fuego hacia el interior de la iglesia y
disparó contra quienes abandonaban el recinto. Cinco manifestantes
perdieron la vida y más de ciento cincuenta resultaron heridos,
algunos de ellos de extrema gravedad. Este suceso salpicó a Martín
Villa y al entonces Ministro de Gobernación, Manuel Fraga Iribarne.
Norma
Menchaca fue asesinada el 9 de julio de 1976, José María Zabala
Erarsun murió el 8 de septiembre de aquel año. El 12, el 14 y el 15 de
mayo fueron asesinados Rafael Gómez Jáuregui, José Luis Cano Pérez y
Francisco Javier Núñez. Todos fueron muertos durante protestas y
manifestaciones. En 2014, la jueza Servini dictaminó que los
asesinatos que se produjeron durante la huelga de 1976 "habrían sido
cometidos en el contexto de un ataque sistemático y generalizado
contra población civil".
Yolanda
González Martín fue asesinada por los miembros de Fuerza Nueva Emilio
Hellín e Ignacio Abad, con la colaboración de José Ricardo Prieto,
Félix Pérez y David Martínez. Juan Carlos Rodas, agente de policía,
participó en la vigilancia del exterior de la vivienda junto a otros
cómplices, mientras Hellín y Abad subían para secuestrarla. El proceso
judicial mostró las carencias de una Transición que permitió a jueces,
fiscales y policías, construir la impunidad del presente sin tener que
rendir cuentas por la represión del pasado. Hellín, autor de los dos
primeros disparos, fue condenado a 43 años y medio de prisión.
Consiguió fugarse en febrero de 1987 instalándose en Paraguay. Regresó
a España en septiembre de 1990 tras ser detenido por la Interpol.
En su
desvergüenza asesina, Emilio Hellín reivindicó el asesinato mediante
un télex a la Agencia EFE: "El Batallón Vasco Español, grupo
operativo-militar, reivindicó "el arresto, secuestro y ejecución de
Yolanda González, por ser integrante del comando de ETA, rama
estudiantil, que utilizaba como tapadera y acción de masas a grupos
políticos de ideología trotskista y maoísta. Por una España grande,
libre y única. ¡Arriba España! ¿Les suena el talante? La ultraderecha
sigue utilizando los mismos términos y estilos de siempre.
En memoria
a Yolanda, Arturo y de todas las víctimas asesinadas por la derecha
reaccionaria y sus cómplices. Les mataron por defender una sociedad
más justa, democrática y en libertad. ¡Todavía me estremezco al
recordar!
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Martín Villa y los crímenes de lesa
humanidad
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La matanza de los abogados de Atocha