En las
terceras elecciones de la
Transición estaba cantado.
El Partido Socialista Obrero
Español, liderado por Felipe
González, consiguió la
mayoría absoluta en el
Congreso; y 134 senadores de
los 208 a elegir. El PSOE
ya había ganado otras
elecciones durante la
Segunda República,
pero esa es otra historia.
Aquel 28 de Octubre de 1982
del que ahora se cumplen
treinta y ocho años,
el PSOE (con el PSC) obtuvo
10.127.392 votos y 202
diputados.
El PSOE prometía cambio y la
sociedad quería cambiar,
quería parecerse a Europa.
Un Gobierno de inexpertos
jóvenes, se encontró al
frente del país que
necesitaba cambiar de
página, incluso de libro.
Los jóvenes socialistas se
entregaron con entusiasmo a
la tarea de reformar España
y cambiar sus viejas y
caducas estructuras
económicas y sociales. Fue
toda una revolución de
octubre.
Lo más urgente era la
reforma económica. El país
estaba aquejado de casi
todos los desequilibrios
macroeconómicos posibles:
inflación, deuda exterior,
déficit público o fuga de
capitales. Los jóvenes
tecnócratas se aplicaron a
la reconversión o
desmantelamiento de
industrias ruinosas. Estas
reformas entrañaron despidos
y jubilaciones anticipadas
para miles de trabajadores,
lo que produjo huelgas y
manifestaciones en contra.
Todo no salió como se
preveía; Felipe González
había prometido la creación
de ochocientos mil puestos
de trabajo y la primera la
legislatura terminó con un
millón de parados más.
La coalición de derechas
formada por Alianza Popular
y el Partido Demócrata
Popular, liderada por el ex
ministro de Franco, Manuel
Fraga (fundador del Partido
Popular), consiguió el 28-O,
el 26,46% de los votos.
Frente al éxito alcanzado
por los socialistas, el
hundimiento de la Unión de
Centro Democrático de
Landelino Lavilla, víctima
de las luchas internas,
perdió 157 escaños,
provocando prácticamente su
desaparición. El Centro
Democrático y Social, de
Adolfo Suárez, consiguió 2
diputados, El Partido
Comunista también sufrió una
debacle electoral: perdió
más de un millón de votos y
19 escaños, quedando en la
irrelevancia política, con 4
escaños y una importante
crisis interna. Nacía el
bipartidismo político,
coexistiendo con los
nacionalistas.
El
primer gobierno socialista,
desarrolló una política
orientada a profundizar y
asentar la democracia, e
impulsar una importante
serie de reformas:
la profesionalización de las
Fuerzas Armadas,
consolidación del Estado de
las Autonomías, reforma
educativa, medidas de
saneamiento económico e
impulso de una legislación
modernizadora en temas como
la despenalización del
aborto e igualdad de la
mujer. Otro aspecto de gran
relevancia, fue la plena
incorporación de España a
las instituciones
internacionales y
especialmente a la Unión
Europea, dejando de ser un
país aislado. Recuerdo aquel
referéndum sobre la OTAN, en
el que siendo apoderado del
PSOE, llevaba mi papeleta
del NO en el bolsillo.
Treinta y ocho años han
pasado de aquella imagen de
Felipe y Alfonso en la
ventana del Hotel Palace. El
triunfo del PSOE venía a
consolidar la democracia y
significaba el regreso al
Gobierno de los vencidos de
1939.
La gran fiesta socialista se
prolongó hasta la madrugada,
titulaba El País. "El
espectáculo en Madrid era
indescriptible y
emocionante". Eran momentos
de confraternización, en los
que la gente se abrazaba y
brindaba por la esperanza
que comenzaba a tener visos
de realidad. Sabíamos que
pertenecíamos a una nueva
generación y había ganado un
partido que era capaz de
despertar las esperanzas e
ilusiones de miles de
personas.
Lástima que las cosas no
hayan seguido ese camino.
El Gobierno se vio obligado
a imponer medidas
impopulares para el partido
y el sindicato que lo
sostenían, especialmente la
reconversión industrial y
las privatizaciones para
parchear el déficit público.
Esta cirugía se reveló tan
esencial para la
modernización de España que
durante muchos años vivió de
sus benéficos resultados.
Afluyeron inversiones del
extranjero, llegó el maná de
los fondos europeos y, al
amparo de esa bonanza,
creció el gasto público en
Educación y Sanidad,
configurándose el Estado del
bienestar.
A lo que vamos, el primer
gobierno socialista,
presidido por Felipe
González y con Alfonso
Guerra como vicepresidente,
surgido en las elecciones de
aquel 28-O, desarrolló una
política orientada, ya queda
dicho, por un lado, a
profundizar y asentar la
democracia, y, por otro, a
impulsar una importante
serie de reformas. Todo ello
permitió crear un nuevo
clima de confianza ciudadana
hacia las instituciones.
Otro aspecto de gran
relevancia, en esta primera
etapa, fue la plena
incorporación de España a
las instituciones
internacionales
occidentales, lo que
permitió que España dejarade
ser un país aislado y se
convirtió en una de las
naciones más activas en los
foros internacionales.
El PSOE perdió durante el
tiempo de gobierno una parte
de su apoyo electoral obrero
y al mismo tiempo, ganó el
aplauso y el voto de la
emergente clase media, que
lo mantuvo en el poder en
sucesivas elecciones. A
pesar de sus torpezas, en
catorce años de gobierno,
los descendientes de Pablo
Iglesias realizaron el
milagro de elevar España al
rango de país europeo.
De aquel triunfo ha
transcurrido tanto tiempo
que la sociedad presenta
otra cara. El PSOE obtuvo
una mayoría absoluta, que
permitió a la izquierda
regresar al poder después de
la guerra y la dictadura
franquista. Durante la
Transición se hizo lo que se
pudo, aunque podía haberse
hecho de otra forma. Aquel
modelo, que pudo servir
entonces, hoy no sirve y hay
que superarlo. Del
entusiasmo y la esperanza a
la desilusión y el
desasosiego
No creo que el tiempo haya
dado la razón a nada, sino
que el tiempo todo lo cura,
incluso cubriendo los
acontecimientos con un manto
de olvido. No todo vale.
Quien defiende lo uno y lo
otro con el mismo ardor, no
dice que por el camino se ha
quedado buena parte de la
dignidad, la decencia
política y la coherencia
ideológica. También millones
de voluntades y confianza
ciudadana, además de
militantes, que hemos ido
dando la espalda y apoyo al
PSOE, con cada decisión.
Hace cerca de veinte años
que abandoné las filas del
partido, después de treinta
años de militancia por su
deriva ideológica; sigo
siendo socialista.
El
viejo sueño irrealizado de
los ilustrados del siglo
XVIII se cumplía con casi
dos siglos de retraso. Tanto
en las derechas como en las
izquierdas, el pragmatismo
ganaba la partida a la
ideología. Eran grandes
novedades en la política
española, tradicionalmente
tan extremista como cerril.
Después de aquellos catorce
años de gobierno socialista,
España quedó, como se habían
propuesto, "que no la
reconocía ni la madre que la
parió".
Se pagó un precio muy alto,
con un tremendo desgaste
político. Hoy a Felipe,
Alfonso y a otros miembros
de aquel primer Gobierno
socialista, e insignes
entonces del partido como
Leguina, ideológicamente "no
los reconoce ni la madre que
los parió".
El PSOE, puso en marcha el
Estado de Bienestar en
España, que fue toda una
revolución. El triunfo del
PSOE en 1982, venía a
consolidar la democracia y
significaba el regreso al
Gobierno de los vencidos de
1939. Teníamos la sensación
de que había triunfado la
libertad y el socialismo
democrático.