Mucho se
ha escrito sobre la Transición, pero hay algunos temas que no han
quedado suficientemente explicados y mucha gente, los jóvenes
especialmente, no conoce el proceso histórico que algunos vivimos
intensamente. Recordemos las elecciones del 15 de Junio de 1977 y el
referéndum de 1976, con el que comienza todo tras la muerte del
dictador. Se dice que la Transición fue el proceso que llevó a
España desde la dictadura a la democracia, y con ella quedaba atrás
un régimen fascista sin derechos y represión.
Se diseñó
un modelo de Estado social y Democrático de Derecho, con el mercado
como expresión de lo económico, que quedó plasmado en la
Constitución de 1978. Pero ni todo fue como nos decían que era ni
mucho menos como ahora algunos pretenden que fuera. Desde un
principio, desde que se vislumbraba cual era el futuro que se
diseñaba, fuerzas regresivas empezaron a diseñar diversas
operaciones para abortar, por todos los medios, los objetivos de la
Transición.
Han
transcurrido cuarenta y un años de aquel nefasto 23 de febrero.
Vivíamos momentos de ilusión y compromiso. Se había recuperado la
democracia, aun sintiendo que el espíritu de Franco seguía vivo y el
aparato de la dictadura cuasi intacto. Los fieles al régimen
no podían permitir que se otorgase la soberanía al pueblo, que se
hubieran legalizado los partidos políticos, se desmontara el estado
totalitario y se reconociese el derecho al autogobierno de
nacionalidades y regiones.
Con la
Transición se pasaba de la dictadura de Franco, a la monarquía de
Juan Carlos, capitán general de los ejércitos. Desde el
derrocamiento de la Segunda República, los españoles no hemos dejado
de estar gobernados por militares. Demos tiempo al tiempo, pero
mucho me temo que todo seguirá siendo igual si no se abre un Proceso
Constituyente, que legitime un nuevo modelo de Estado para la
convivencia del futuro; libre de ataduras y controlado por la
ciudadanía crítica, responsable y participativa.
Hoy
todavía cabe preguntarse quién fue el jefe del golpe del 23F.
Podemos pensar que, si no estaba a las órdenes del rey, estaba a su
servicio. Las elecciones de 1979, después de las primeras
democráticas del 15-J de 1977, dio la mayoría al partido de Adolfo
Suárez, creado para perpetuar el Régimen. Sus políticas no dieron
los resultados previstos y se produjo una gravísima crisis social,
económica y política. La inflación se disparó, se elevaron los
precios y el desempleo aumentó de forma escandalosa. El Sistema
perdió credibilidad y cundió el desencanto. Pare el rey heredero de
Franco, Suárez ya no le era útil y la democracia tan anhelada, había
dejado de ser la solución.
El 23-F
fue un golpe de Estado en toda regla. Perpetrado por mandos
militares, guardias civiles y una trama ideológica de la derecha
reaccionaria sin identificar. Fue un golpe de estado promovido desde
las instancias del poder, para reconducir la situación política "a
la deriva". Muchos clamaban por un gobierno de coalición. Había que
rediseñar el proceso de la Transición, con un nuevo pacto. Varios
golpes y conspiraciones coincidieron en el tiempo, reconducidos por
el CESID, induciendo determinadas acciones, para llevar al general
Armada Comyn a la presidencia del gobierno. Estaba en marcha la
operación De Gaulle.
Fui
testigo, y de alguna forma protagonista (como candidato a diputado
en las primeras elecciones) de la Transición que comenzaba. No puedo
arrepentirme de lo que hice convencido, pero visto en perspectiva
histórica y con lo visto y aprendido, soy crítico con los resultados
de todo aquello. En su forma fue un pacto desde el franquismo hacia
la democracia, aunque no todos los que participaron fueran
demócratas. La oposición al régimen no pidió que se dirimieran
responsabilidades por los crímenes cometidos, por los derechos
pisoteados ni por el origen del régimen que terminaba; y no hablamos
de la guerra, sino de la represión y muertes producidas durante la
dictadura.
Los golpistas pretendían establecer un
gobierno "militar por supuesto", recuperar los principios del
Movimiento Nacional y el espíritu del 18 de julio. Juan Carlos de
Borbón estaba al tanto de todo. Para el rey, los sublevados querían
lo mejor para España. Sólo pretendían lo que todos deseábamos: el
restablecimiento de la disciplina, el orden, la seguridad y la
tranquilidad, declaraba el hoy rey emérito (hoy fugado por sus
oscuros negocios económicos)
al embajador alemán Lothar Lahn (revista Der Spiegel).
Por encima de todo pretendían la defensa de la unidad de España, la
bandera y la corona, que el propio Franco le había encomendado. El
rey estaba al corriente de la trama golpista antes y durante;
también de su frustración.
En 1975
murió Franco y supuestamente quedaba atrás un régimen sin derechos,
de represión de las libertades y de persecución de todo cuanto no
fuese fidelidad a lo que llamaban principios del Movimiento
Nacional, jurados por el entonces príncipe de España Juan Carlos de
Borbón −heredero de Franco a título de rey−. El régimen dictador se
estableció, después de un golpe de Estado contra la democracia, una
guerra y una rígida dictadura que duró hasta 1978; después la
estructura de poder quedó intacta y nunca se produjo una auténtica
ruptura.
La
llamada oposición democrática que pedía ruptura, se conformó con la
reforma; y quienes querían reforma, retornaron a sus cavernas. La
policía, los jueces y militares, pilares de la represión,
continuaron en sus puestos. Viendo aquellos acontecimientos, lejanos
ya en la memoria, llego a pensar que los miembros de la oposición al
régimen, fueron tan solo invitados en el proceso; y los propios
franquistas, quienes diseñaron el cambio, para que poco o nada
cambiara. Los ciudadanos fuimos espectadores de una película en
blanco y negro sin subtítulos.
En el
proceso hacia la democracia la Agencia Central de Inteligencia, la
CIA, estuvo cerca. Podemos afirmar que la Transición se diseñó en un
despacho desde Langley, dice Alfredo Grimaldos en su libro Claves de
la Transición 1973-1986 para adultos. El franquismo no es una
dictadura que finaliza con el dictador, sino una estructura de poder
específica que integró a la nueva monarquía. Fueron los propios
franquistas quienes diseñan el cambio, repartiéndose los papeles en
la obra que ellos mismos dirigieron. Hoy conocemos que Juan Carlos,
se hizo confidente de la Casa Blanca y se convirtió en su gran
apuesta para controlar España.
El desaparecido Diario16, dejó
23 preguntas en el aire con respuestas incorporadas:
Fue un episodio vergonzante, que no se investigó decididamente y se
cerró con demasiada rapidez, por la personalidad de los implicados.
Quienes participaron, ocultaron y desvirtuaron la realidad por su
seguridad y lealtades mal entendidas. Demasiadas instituciones y
representantes públicos estuvieron implicados de espaldas al pueblo.
Unos se han llevado su secreto a la tumba y otros viven de sus
réditos. Habrá que esperar a la desclasificación de documentos
secretos, si llega. Es de suponer que las pruebas documentales,
cintas con imágenes y sonido, han sido destruidas, por quienes han
tenido tiempo, interés o recibido orden de destrucción masiva.
El 23-F, sin triunfar, consiguió lo que
pretendía.
La democracia quedó vacunada, aunque
todavía tendríamos que conocer alguna que otra asonada militar. Se
legitimó el rey y la monarquía salió fortalecida. Los partidos
reconvinieron sus políticas. El pueblo apoyó la democracia
decididamente y todo quedó sometido al miedo por la involución. El
desarrollo del estado autonómico, que supuestamente había hecho
peligrar la unidad de España, se paralizó durante unos años. Y la
grave situación política e institucional, achacada a la política de
Suárez, se recondujo hasta octubre del año siguiente con la llegada
del PSOE al gobierno, abandonando toda idea de salir de la OTAN.
La
Transición fue una ley de punto final. No solo impidió juzgar y
castigar a los culpables, autores y defensores de la dictadura y su
represión, sino que hoy sigue impidiendo investigar los casos de los
miles de desaparecidos y enterrados en las cunetas de nuestros
caminos y carreteras. La Transición puso como jefe de Estado a un
rey, que durante veinte años apoyó voluntariamente a Franco que lo
nombró como sucesor; que nunca renegó del juramento a los principios
generales del movimiento, ni denunciado las penas de muerte que su
protector firmó hasta el final de sus días. Fue una reforma sin
ruptura, construida sobre el poder franquista intacto. Hubo un gran
debate en las alturas sobre ruptura o reforma, pero al final,
quienes defendían la ruptura reformaron y los reformistas retornaron
al lugar de donde venían.
El
régimen que trajo la Transición hace aguas. La Constitución está
obsoleta y no resuelve ninguno de los problemas históricos de
España. La mayoría social está dando la espalda a la clase política
y a las instituciones, porque sus principios y valores se quedan en
meras declaraciones sin contenido; sus preceptos no se cumplen o se
interpretan de forma restrictiva, limitando derechos fundamentales,
eliminando los sociales y entorpeciendo el ejercicio de las
libertades públicas. Pese a todo, el riesgo de involución por
métodos violentos sigue siendo una realidad.